Gilberto López y Rivas
Como sucede en las problemáticas políticas del convulsionado tiempo que se vive en el ámbito planetario, en el caso venezolano se enfrentan fundamentalmente dos perspectivas ideológicas. Por un lado, quienes apoyan la soberanía y el derecho de autodeterminación de la República Bolivariana de Venezuela reconocen a Nicolás Maduro como el único y legítimo presidente constitucional; se congratulan de la voluntad irreductible de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de permanecer leales a su comandante en jefe y de negarse a dar un golpe de Estado; y quienes, en el otro polo equidistante, se posicionan en favor del injerencismo de Estados Unidos, abierto y declarado, apoyan su guerra no convencional de amplio espectro, económica, política, mediática y militar contra el pueblo y su gobierno; niegan la vigencia del estado de derecho y el orden institucional del país, y los que rigen internacionalmente; buscan desesperadamente hacerse del poder por medio de la violencia terrorista, el sicariato, el paramilitarismo, el golpe de Estado, o por medio de una intervención militar extranjera. No hay que confundirse, no son el conflicto político y el supuesto autoritarismo de Maduro los factores explicativos de la actual coyuntura. En Venezuela, las antípodas claves son: revolución, patria, poder popular versus contrarrevolución, imperialismo, poder oligárquico.
Cuando se observa el actual asedio de los imperialistas estadunidenses y sus aliados subalternos de Europa, América Latina y otras latitudes contra Venezuela, en complicidad con una oposición apátrida, servil y obsecuente a los intereses de Estados Unidos, surge la interrogante: ¿Por qué no ha sido derrocado el gobierno del presidente Nicolás Maduro? La respuesta la encontramos en la conciencia política de la mayoría del pueblo venezolano.
Precisamente, uno de los legados del comandante Hugo Chávez fue restituir y fortalecer el sentimiento de patria, tan aberrante para las derechas colaboracionistas y pro imperialistas del mundo entero. Se han recobrado la dignidad nacional y el sentido de pertenencia a una Venezuela rescatada por el proyecto emancipador chavista-bolivariano que ha propiciado grandes transformaciones sociopolíticas. A dos décadas de iniciado el proceso revolucionario, éste ha calado en amplitud y profundidad en sectores importantes de la sociedad de ese país hermano, y, de manera particular, en sus fuerzas armadas. Se ha logrado consolidar la unidad cívico-militar, que incluye la conformación de las Milicias Bolivarianas que movilizarían a dos millones de efectivos en el caso de una invasión o emergencia extraordinaria. Que no se equivoquen los golpistas locales y foráneos en cuanto a desestimar los cambios experimentados en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana durante el chavismo y su papel protagónico en la definición: revolución versus contrarrevolución, patria versus imperialismo.
A partir de la base nacional, el comandante Chávez rescató también el concepto de socialismo. Provee una perspectiva de clase a un movimiento nacionalitario que se desarrolla a pesar de la crisis de los paradigmas en torno al socialismo real. Con estas dos estrategias teórico-ideológicas, patriotismo y socialismo, se fortalece el antimperialismo, que, en su interrelación, constituyen causas nodales que explican la sobrevivencia de la Revolución Bolivariana; se constituye el sustrato articulador de esta gesta revolucionaria y uno de los aportes políticos más importantes de Chávez junto con su propuesta de construir el poder comunal.
La dirección político-militar bolivariana ha comprendido que la unidad de los diferentes sectores del polo revolucionario debe consolidarse en el poder comunal, en la participación activa de todos los sectores sociales organizados en los distintos niveles del gobierno y toma de decisiones; la revolución en la revolución que señala Maduro continuamente; la lucha contra la corrupción y el burocratismo se expresan en el ejercicio efectivo y creciente del poder popular desde las comunas, los sindicatos, las organizaciones de trabajadores, de productores, de los pueblos indígenas, y de la acción permanente de la intelectualidad orgánica revolucionaria enraizada en el proceso, en la lucha ideológica.
La alianza imperialismo/burguesía deberá analizar las condiciones de la situación política venezolana, la correlación de fuerzas interna y externa antes de provocar una aventura similar a las que ha llevado a cabo en otras latitudes, como las de Medio Oriente. Venezuela no es Libia ni será una Siria.
Más allá de críticas estériles y sin fundamento desde la exterioridad del conflicto, el factor determinante que garantiza la victoria de la revolución bolivariana contra la ofensiva golpista es el blindaje del poder popular democrático y autónomo que signifique un ejercicio pleno de la ciudadanía y una superación de los alcances limitados y heterónomos de la democracia neoliberal.
Como sucede en las problemáticas políticas del convulsionado tiempo que se vive en el ámbito planetario, en el caso venezolano se enfrentan fundamentalmente dos perspectivas ideológicas. Por un lado, quienes apoyan la soberanía y el derecho de autodeterminación de la República Bolivariana de Venezuela reconocen a Nicolás Maduro como el único y legítimo presidente constitucional; se congratulan de la voluntad irreductible de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de permanecer leales a su comandante en jefe y de negarse a dar un golpe de Estado; y quienes, en el otro polo equidistante, se posicionan en favor del injerencismo de Estados Unidos, abierto y declarado, apoyan su guerra no convencional de amplio espectro, económica, política, mediática y militar contra el pueblo y su gobierno; niegan la vigencia del estado de derecho y el orden institucional del país, y los que rigen internacionalmente; buscan desesperadamente hacerse del poder por medio de la violencia terrorista, el sicariato, el paramilitarismo, el golpe de Estado, o por medio de una intervención militar extranjera. No hay que confundirse, no son el conflicto político y el supuesto autoritarismo de Maduro los factores explicativos de la actual coyuntura. En Venezuela, las antípodas claves son: revolución, patria, poder popular versus contrarrevolución, imperialismo, poder oligárquico.
Cuando se observa el actual asedio de los imperialistas estadunidenses y sus aliados subalternos de Europa, América Latina y otras latitudes contra Venezuela, en complicidad con una oposición apátrida, servil y obsecuente a los intereses de Estados Unidos, surge la interrogante: ¿Por qué no ha sido derrocado el gobierno del presidente Nicolás Maduro? La respuesta la encontramos en la conciencia política de la mayoría del pueblo venezolano.
Precisamente, uno de los legados del comandante Hugo Chávez fue restituir y fortalecer el sentimiento de patria, tan aberrante para las derechas colaboracionistas y pro imperialistas del mundo entero. Se han recobrado la dignidad nacional y el sentido de pertenencia a una Venezuela rescatada por el proyecto emancipador chavista-bolivariano que ha propiciado grandes transformaciones sociopolíticas. A dos décadas de iniciado el proceso revolucionario, éste ha calado en amplitud y profundidad en sectores importantes de la sociedad de ese país hermano, y, de manera particular, en sus fuerzas armadas. Se ha logrado consolidar la unidad cívico-militar, que incluye la conformación de las Milicias Bolivarianas que movilizarían a dos millones de efectivos en el caso de una invasión o emergencia extraordinaria. Que no se equivoquen los golpistas locales y foráneos en cuanto a desestimar los cambios experimentados en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana durante el chavismo y su papel protagónico en la definición: revolución versus contrarrevolución, patria versus imperialismo.
A partir de la base nacional, el comandante Chávez rescató también el concepto de socialismo. Provee una perspectiva de clase a un movimiento nacionalitario que se desarrolla a pesar de la crisis de los paradigmas en torno al socialismo real. Con estas dos estrategias teórico-ideológicas, patriotismo y socialismo, se fortalece el antimperialismo, que, en su interrelación, constituyen causas nodales que explican la sobrevivencia de la Revolución Bolivariana; se constituye el sustrato articulador de esta gesta revolucionaria y uno de los aportes políticos más importantes de Chávez junto con su propuesta de construir el poder comunal.
La dirección político-militar bolivariana ha comprendido que la unidad de los diferentes sectores del polo revolucionario debe consolidarse en el poder comunal, en la participación activa de todos los sectores sociales organizados en los distintos niveles del gobierno y toma de decisiones; la revolución en la revolución que señala Maduro continuamente; la lucha contra la corrupción y el burocratismo se expresan en el ejercicio efectivo y creciente del poder popular desde las comunas, los sindicatos, las organizaciones de trabajadores, de productores, de los pueblos indígenas, y de la acción permanente de la intelectualidad orgánica revolucionaria enraizada en el proceso, en la lucha ideológica.
La alianza imperialismo/burguesía deberá analizar las condiciones de la situación política venezolana, la correlación de fuerzas interna y externa antes de provocar una aventura similar a las que ha llevado a cabo en otras latitudes, como las de Medio Oriente. Venezuela no es Libia ni será una Siria.
Más allá de críticas estériles y sin fundamento desde la exterioridad del conflicto, el factor determinante que garantiza la victoria de la revolución bolivariana contra la ofensiva golpista es el blindaje del poder popular democrático y autónomo que signifique un ejercicio pleno de la ciudadanía y una superación de los alcances limitados y heterónomos de la democracia neoliberal.
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