Venimos de lejos, construir la huelga desde Barcelona

Fuente: https://vientosur.info/
27/02/2019 | Alexandra Rodríguez (@imbricadas)


“…una cultura milenaria está siendo minada por millones de topos de una especie nunca conocida”

Hélène Cixous

Nuestras antepasadas lucharon durante siglos para regalarnos el legado infinito de lo que hoy es la Huelga General de Mujeres del 8 de Marzo. Una historia de luchas borradas sistemáticamente de los libros de historia, de voces silenciadas que han convertido al feminismo en ese revolucionario paciente. Ese ‘viejo topo’ esperando, tejiendo redes a lo largo de la historia. Acumulando fuerzas.

Llevamos siglos trabajando en un proyecto de transformación social que va más allá de desvelar las opresiones y abusos de poder que el tándem capitalismo-patriarcado ejerce sobre nosotras, se trata de un proyecto que desarrolla nuevas propuestas que colocan la vida, nuestras vidas, en el centro de la política.

Por eso, la huelga de la que hablamos hoy en día ni es nueva, ni ha surgido de la nada. Es producto de una acumulación histórica de desposesión, pero también de resistencias.

Nuestras luchas no son nuevas

Cuenta Aristófanes que la Ateniense Lisístrata lideró en el siglo IV antes de Cristo una huelga sexual en la que involucró a mujeres atenienses y espartanas que se negaron a tener sexo hasta que la guerra entre ambas ciudades acabara. Leymah Gbowee, premio Nobel de la Paz en 2011, utilizó la misma estrategia dentro de su proyecto de lucha por la paz en Liberia.

Recuperar experiencias como estas de entre otras muchas no nos impide ir más allá y no caer en explicaciones esencialistas que conviertan a las mujeres en guardianas innatas de la paz. Ni el sexo es de dominio únicamente masculino, ni la paz es una cuestión exclusivamente femenina. Es lo que Temma Kaplan[1], analizando la acción colectiva de las mujeres en Barcelona entre 1910 y 1918, llama conciencia femenina.

La autora propone que la división sexual del trabajo hace que se asignen obligaciones diferentes a hombres y mujeres. Cuando las mujeres ven imposible cumplir con sus obligaciones exigen ciertos derechos que les permitan hacerlo, y estas exigencias han tenido a lo largo de la historia consecuencias revolucionarias. Este proceso ya lo ha explicado con gran lucidez Julia Cámara. Aquí nos centraremos precisamente en recuperar esas consecuencias revolucionarias sobre las que se cimienta la huelga feminista.

Si nuestras vidas no están en el centro este sistema no nos pertenece, luchas de mujeres en Barcelona

Las primeras huelgas de mujeres organizadas en Barcelona tenían en común con la mayoría de huelgas organizadas en el resto del mundo la capacidad para vincular la explotación en las fábricas con las demandas relacionadas con la reproducción de la vida. Las obreras de finales del siglo XIX y principios del XX ya eran conscientes de que (1) las condiciones generales de trabajo eran de explotación, (2) cobraban menos que sus compañeros varones y (3) debían trabajar tanto como sus maridos y seguir ocupándose de las tareas de cuidados en el hogar. ¿A alguien le resultan familiares las demandas?

Pero fueron más allá, en 1910 siguiendo la estela de la gran huelga general de 1902, los trabajadores organizaban una huelga en los sectores de la mecánica y la metalurgia. Paralelamente las mujeres, en vez de seguir a sus compañeros, se organizaron por barrios para exigir justicia para una niña de siete años que había sido violada en el convento. Mientras unas cuidaban de los hijos de las vecinas, otras recaudaban dinero para la familia y otras coordinaban las concentraciones en diferentes puntos de la ciudad. No se unieron a los ataques al convento y mantuvieron la protesta en los barrios hasta que se chocaron contra la justicia patriarcal, la conciencia de que serían los funcionarios y no ellas quienes determinarían lo que había ocurrido fue lo que motivo una gran manifestación en Urquinaona. En 1913, por ejemplo, mientras que la dinámica general de las protestas obreras era organizarse contra el empleador, las mujeres de diferentes fábricas identificaron al gobernador como el responsable de sus opresiones y fue a el a quien dirigieron sus demandas. Una voz resuena con fuerza en la cabeza de las mujeres que luchan por sus derechos, una conciencia de que su problema no es individual, sino que forma parte de una sistema más amplio.

Nuestras luchas son complejas, abarcan todos los sectores de la vida y la política y, con el tiempo, hemos aprendido que acaban por repetirse. Cuando los CDR empezaron a crearse en diferentes barrios de Barcelona y otras ciudades, muchas de las jóvenes que participaron vieron cómo la mención del feminismo como parte central del proyecto que estaban construyendo recibía por contestación (una vez más) ‘ara no toca nena’.

Recuerdo a algunas compañeras, que crearon colectivos específicos de mujeres, contar escandalizadas lo que les había pasado sin saber que las obreras organizadas a principios del siglo XX en las fábricas constituyeron las primeras asambleas no mixtas al margen de los sindicatos y partidos al no encontrar en ellos el apoyo necesario para luchar por sus derechos. Ellas, nuestras bisabuelas políticas, luchaban por sus derechos laborales, pero también ponían de manifiesto la imposibilidad de compatibilizar las tareas de reproducción social con las jornadas en las fábricas. Sus huelgas eran la estructura embrionaria de las actuales huelgas de cuidados.

La huelga más allá de la huelga

La pregunta sobre cómo articular una huelga que no se limite a lo laboral, sino que abarque también los cuidados y el consumo no tiene una respuesta fácil. Quizás por eso es la que más nos hacen y también la que más nos cuesta explicar.

El feminismo radical nacido a principios de los setenta en Estados Unidos se caracteriza por el lema ’lo personal es político’ bajo el cual se organizaron también las primeras huelgas feministas (no vinculadas a lo laboral). Sus demandas mezclaban la denuncia de las violencias, la incapacidad del Estado para proteger a las mujeres, la desigualdad de oportunidades, la demanda de guarderías comunitarias y el derecho al aborto universal y gratuito. Si echamos un ojo a los lemas de las más conocidas descubriremos que la organizada en Estados Unidos clamaba ‘Don’t iron while the strike is hot’ (no planches mientras la huelga esté caliente) y la de Islandia en 1975 pasó a la historia como “el día libre de las mujeres y el viernes largo de los hombres”. Los cuidados estaban entonces, como en las huelgas en las fábricas y como en las comisiones actuales del 8M, en el corazón de las demandas.

Cuando en el año 2016 las compañeras polacas y poco después las argentinas hicieron el llamamiento al Paro Internacional de mujeres, en Barcelona hacía dos años que las huelgas de cuidados y consumo habían empezado a gestarse formalmente.

Tres años después de que el movimiento 15M reactivara gran parte de los movimientos sociales de la ciudad, un grupo de feministas indignadas convoca el 23 de marzo de 2014 la primera asamblea para construir una vaga de totes en Plaza Catalunya. En su llamamiento denunciaban el empobrecimiento estructural que afecta principalmente a las mujeres, la degradación de las condiciones laborales y la precarización de nuestras vidas. Exigían el fin de los recortes en salud, educación y servicios sociales. A esta asamblea le siguen muchas más en diferentes barrios de Barcelona.

En un contexto en el que el movimiento feminista de todo el Estado tejía nuevas alianzas para luchar por el derecho al aborto en contra de la propuesta de ley de Gallardón, la vaga de totes ayudó a ampliar el campo de actuación del feminismo.

Las experiencias de las compañeras que organizaron las primeras acciones de la vaga de totes en Barcelona han sido vitales para el desarrollo de los debates en las comisiones del 8 de marzo creadas para organizar la huelga de 2018. Debates como el papel de los sindicatos, la necesidad de alianzas entre colectivos o el papel de las mujeres migradas y racializadas en la huelga se tenían hacía años y las acciones en los barrios ya habían empezado a activar el tejido social feminista de la ciudad que se vio ampliado con la creación de los CDR y, desde el año pasado, con la aparición de centenares de comités de organización del 8M.

Como he escuchado en varias ocasiones decir a Justa Montero: “la huelga se había ganado antes del 8 de marzo”. Las redes se habían tejido, el mensaje estaba llegando por diferentes vías hasta personas que no habían oído hablar jamás del feminismo y lo que es más importante, la palabra huelga no volvería a ser la misma. Desde ahora, una huelga no volverá a ser general si no incluye las huelgas de consumo y de cuidados.

Pero ¿qué más significa la huelga?

La huelga general (en lo laboral, la educación, de consumo y de cuidados) nos ha servido para mucho más:

(1) Ha puesto de manifiesto las limitaciones de los feminismos neoliberales y de aquellos que quieran apropiarse de nuestras luchas

(2) Ha obligado a sindicatos, partidos y organizaciones a posicionarse no solo sobre la huelga sino también sobre las cuestiones feminista

(3) Nos ha obligado, a las feministas, a ampliar los horizontes en cuanto a qué ámbitos de la política pueden abordarse desde el feminismo orientándonos hacia la necesidad de construir alianzas más fuertes con otros movimientos

¿Y ahora qué?

Si algo hemos aprendido desde 2018 es que nuestra autonomía es el elemento más valioso del movimiento. Los intentos de apropiación e intervención han sido cada vez más agresivos. La aparición en las asambleas de Sevilla, Madrid y Barcelona, así como en el último encuentro estatal en Valencia, de grupos de mujeres intentando imponer votaciones sobre la cuestión del trabajo sexual y el abolicionismo dan buena cuenta de ello. Pero el resultado de esas intervenciones ha sido la defensa de los procesos de trabajo propios del movimiento. Seguiremos poniendo el cuidado en el centro de nuestros procesos y de nuestras prácticas. Nos tomaremos el tiempo que necesitemos para desarrollar nuestros debates, respetaremos el trabajo de todas las compañeras que luchen por ser nombradas y por sus derechos porque esta, amigas, es nuestra huelga.

[1] Kaplan, T. Temple Consciousness and Collective Action: The Case of Barcelona, 1910-1918. Signs. Journal of Women in Culture and Society, 7 (3) 1982

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